Historia Social del Jazz Primitivo. Capítulo 7 «Shout, Sister, Shout! Mujeres en la onda del jazz»

Este séptimo capítulo de la serie Hª Social del Jazz Primitivo está dedicado a las mujeres en la onda del jazz, a su situación dentro de la profesión musical y la industria del espectáculo y discográfica, a la labor de las pianistas en las orquestas de jazz primitivo y al empoderamiento de muchas vocalistas de blues caliente, verdaderas estrellas de la canción popular afroamericana de la época.
¿Existió sexismo en el comienzo del jazz? Todo hace pensar que sí, al menos entre los músicos, de manera tan arraigada a como lo estaba —y continúa estando— en la sociedad en general. Los mismos prejuicios que distinguían en el ámbito industrial entre labores masculinas, hábiles y vigorosas, y femeninas, más delicadas y pacientes, se daban en el ámbito musical, prescribiendo para las mujeres los instrumentos de cuerda y de teclado y reservando a los varones los de viento y de percusión. Muy a menudo las mujeres fueron menospreciadas o tomadas en escasa consideración por los músicos varones en el mismo sentido de competición que a veces se daba entre ellos; pero también se dio lo contrario: se las apreció por sus dotes musicales y fueron constantemente requeridas por los directores de banda más notables.


¿Cómo encajaba, pues, en el imaginario social de la época una mujer que quisiera dedicarse a cantar, bailar o tocar música popular? Típicamente, como practicante de una actividad licenciosa asociada a una vida disoluta e inmoral. ¿Y dónde encontrará cabida? Dentro del mundo del espectáculo y de las variedades, en tres ocupaciones principalmente: como cantante al frente de una pequeña orquesta, como bailarina o corista de exhibición y como ejecutante en la sombra de una serie limitada de instrumentos.
Hacia 1910 aproximadamente la mitad de las mujeres negras estaban obligadas a trabajar, dedicadas el 90% de ellas al servicio agrícola o doméstico. Por contra, solo el 17% de las mujeres blancas
lo hacía; una brecha que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. En una sociedad eminentemente racista y patriarcal, reducida a sirvienta, paridora y faenera en general, cuando no a esclava sexual, la personalidad femenina, ninguneada además por un color de piel oscuro, busca modo de expresarse y hacerse respetar, tanto frente al supremacismo blanco como ante el patriarcado negro, y la canción es, en muchos casos, una salida de este círculo de miseria y sometimiento.


Más allá del espíritu general de orfandad, alienación y soledad que impregnó el idioma de los blues, fueron estos reflejo de una conciencia de empoderamiento específicamente feminista, sobre todo cuando de manera explícita sus personajes ejercían el control de su sexualidad. Las cantantes de blues negro se muestran ferozmente independientes. Explotadas y discriminadas por causa racial, sexual y de clase, los blues que cantaron decían al resto de mujeres negras que no iban a consentir vivir maltratadas. Cantantes como Bessie Smith, Ma Rainey, Clara Smith, Lil Johnson o Lucille Bogan, entre muchas otras, eran mujeres curtidas. Muchas de ellas habían faenado en los campos siendo niñas, habían sufrido maltratos, algunas se habían casado y separado muy jóvenes, y trabajado como limpiadoras o sirvientas cuando emigraron a la ciudad.
Más allá de su función reproductora, hacia finales del siglo XIX las mujeres abordan el mercado laboral como productoras. Porque además, las de clase obrera e incluso las de clase media necesitan ganarse la vida, siendo por otra parte muy pocos los oficios retribuidos a los que podían optar y menos aún los que no entrañaban una pérdida de estatus social. Obligadas a trabajos penosos, ni la proletaria ni la campesina podían reconocerse en esa imagen de «dama del hogar» a que parecía reducirse la felicidad de las mujeres de clase media, sometidas a su marido, dependientes de él en todo. Aparte ya de una necesidad, el trabajo fuera de casa conllevaba en gran medida una nueva situación de autonomía para muchas jóvenes, autóctonas o migrantes, que de otra forma no podían escapar de la rigidez familiar.
En esta séptima entrega escucharemos a Alberta Hunter, Blanche Calloway, Lil Hardin, mma Barrett, Lovie Austin, Clara Smith, Lil Green, Lucille Bogan, Esther Bigeou, Bessie Smith, Ida Cox, The Red Heads, Thelma Terry, Norma Teagarden, The Boswell Sisters y Lizzie Miles.


Historia Social del Jazz Primitivo. Capítulo 7 «Shout, Sister, Shout! Mujeres en la onda del jazz»
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